martes, 23 de octubre de 2007

Boda Marroquí 1ª parte


Tenemos un amigo tangerino, que nos invitó hace un mes a la boda de su hermana.


A Pepe y a mí nos creaba cierta expectación acudir a la misma, ya que nunca hemos asistido a una ceremonia como ésta, por lo que aceptamos encantados.


Ayer, 22 de octubre por la tarde, la niña y yo fuimos invitadas a participar del ritual de la henna.


Llegamos a las cuatro y media de la tarde a casa de la novia, y nos llevaron a un gran salón dividido en dos, donde sólo había mujeres. Las más ancianas estaban sentadas en el espacio reservado a la derecha de la novia, y a la izquierda las amigas y primas jóvenes. En el salón de enfrente, estaba el resto de mujeres, la mayoría familia y vecinas. Como es una ceremonia íntima, sólo habría unas treinta mujeres.


Por esa deferencia que tienen en este país hacia los extranjeros, tuve el honor de sentarme al lado de la novia. Estaba sentada justo en el centro del salón, vestida de novia con un vestido de raso blanco y encajes muy historiado, con un pañuelo también de raso cubriéndole el pelo, y por encima de la frente un velo de tul. El espacio del sofá donde estaba sentada, estaba también cubierto con una tela blanca muy bonita, como si fuera una sábana antigua, con lo que el efecto era de una pequeña isla blanca en el sofá decorado en tonos rojos.


La ceremonia de la henna, consiste en que una señora te pinte con este material, las manos enteras, desde la yema de los dedos hasta casi el codo, por delante y por detrás, así como los pies y las pantorrillas, haciendo una verdadera obra de filigranas, con una jeringa de punta roma.


La paciencia que hay que tener para soportar esta operación es infinita. Cuando yo llegué estaba terminando la primera mano, y cuando me marché a las seis y media de la tarde, estaba terminando el primer pie. La novia no se levanta, no bebe ni come para no tener que ir al baño, y sólo habla de vez en cuando con alguna de las mujeres. Está como una estatua.


Además de la profesional que atiende a la novia, que es una auténtica artista, hay otra mujer que se dedica a tatuar a las invitadas. Bertita quería que le hiciera una pulserita en la muñeca, y quedó encantada con el dibujo, solo que la henna pica un poco cuando te la pones, porque lleva una solución de alcohol cuando te la pones, y claro, al tener la piel tan delicada la pobre se pasó media hora soplándose la muñeca hasta que se le secó.


Yo tampoco me había pintado con henna nunca, aunque lo he visto hacer en la calle muchas veces, porque siempre me ha dado un poco de repelús el color marrón que toma la piel después de secarse la henna, pero como me habían invitado, no tuve más remedio que acceder a ponérmela. Eso sí, le dije a la señora que me hiciera un dibujo discreto de flores y sólo en la parte de arriba de la mano, no en la palma. Hace un poco de cosquillas y pica un poquito, pero la verdad es que ha quedado muy bonito el dibujo, y hoy tiene un color marrón claro discreto.


Entre tanto, de vez en cuando bailaban las chicas más jóvenes, se tocaban palmas al compás de la música de un cd, y en un momento llegó un grupo de hombres con tambores, trompetas y panderos y estuvieron animando la reunión un rato. También nos ofrecieron un te con pastas para matar el gusanillo.


Durante el rato que estuve allí, hablé con alguna de la invitadas en francés (que bien me viene ahora haber estudiado seis meses en Bruselas!) y con un par de señoras e español. Una de estas señoras, cuyo nombre no me dijo, me preguntó si para la fiesta de esta noche (hoy 23 de octubre hay una fiesta en un salón, donde la novia se viste con distintos trajes de fiesta) iba a llevar Kaftán. Le respondí que desafortunadamente no tenía ninguno, por lo que iría vestida a la occidental, y me dijo que ella me prestaba uno. Vaya, que se fue a su casa a buscarlo y ahora dentro de un rato, me lo va a traer a casa nuestro amigo, el hermano de la novia. Así que me haré un retrato para que me veais vestida de gala al estilo marroquí.


Bueno, pues como me tuve que ir,porque la niña estaba ya aburrida y cansada, me perdí el colofón de la ceremonia que fue que a la novia la sentaron en un baldaquino cubierto por velos y ataron el mismo a lomos de un caballo, mientras que el novio iba a su lado también montado a caballo. Una orquesta abría la marcha y otra lo cerraba y todos los invitados daban gritos de alegría. Yo no estuve, pero Pepe sí, porque después de la cabalgata, había una cena sólo para los hombres en la casa de la familia, y me lo ha contado. Incluso me llamó por el móvil para que oyera la algarabía que tenían formada. Lo más grande.


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Gualito que casarse en el Baratillo.......

Anónimo dijo...

¡No se te olvide la foto con el kaftán!
Y qué pena que Bertita no aguantase un poquito más ¿verdad?
Esas cosas son interesantes...

Lucilú dijo...

¡Cuánta parafernalia! ¡Qué bien lo cuentas! Besos desde Madrid

Lucilú dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lucilú dijo...

Prima Berta, esa pinturilla de henna ¿se quita fácilmente? La foto de la mano muy bonita. Besos